El cambio climático, salvo contadas excepciones, es un hecho aceptado por la mayoría de actores de los ámbitos científico, político y social. Como tal, nuestras instituciones no cuentan con más opción que prepararse para sus impactos. Para los meramente naturales, como los incendios, la pérdida de cosechas, o las inusuales riadas que se vivieron en Alemania durante este verano. Pero, también, para los impactos sociales: ahí, ninguna prioridad destaca tanto como la de intentar anticiparse a las migraciones climáticas.

Según la organización sin ánimo de lucro ECODES, el número de migrantes climáticos en la actualidad se sitúa entre los 20 y 30 millones de personas. Para 2050, sin embargo, se podría disparar hacia los miles de millones de personas. Así pues, prepararse para los futuros patrones de migración mundial que generarán los afectados por el cambio climático debe convertirse en una prioridad global.

Avisos infructuosos y el impacto del COVID-19

El fenómeno de la migración inducida por el clima ha llamado cada vez más la atención de la comunidad internacional durante los últimos años. En la pasada década, fueron numerosas las advertencias de los organismos internacionales en relación a que, si no se adoptaban medidas integrales y a largo plazo para hacer frente al cambio climático, los países de todo el mundo experimentarían importantes patrones migratorios perturbadores.

Entre estos avisos estuvo el del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, patrocinado por la ONU, que ha calculado que el mayor impacto de la crisis climática puede ser la migración humana causada por las consecuencias medioambientales del cambio climático. Ahí se incluyeron sucesos plausibles como erosiones de la costa, inundaciones en poblaciones isleñas, trastornos agrícolas e incendios forestales.

Ocurre, además, que el impacto del COVID-19 no ha hecho más que poner otra piedra más en el camino de los refugiados, migrantes y desplazados forzosos. Entre otras razones, debido a que grupos xenófobos y de extrema derecha han encontrado en la pandemia la excusa perfecta para intentar prolongar los bloqueos migratorios que, en un principio, se ceñían al combate de la expansión del virus. Así, la situación de los migrantes climáticos no ha hecho más que empeorar.

Empeoramiento de la situación climática

Por si todo ello fuera poco, todo esto sucede en un momento en el que se prevé que las causas del cambio climático empeoren, a pesar de que las consecuencias económicas del COVID-19 parecían apuntar, en un principio, a lo contrario.

Un estudio también respaldado por la ONU —Informe sobre la Brecha de Producción 2020— ha proyectado que la producción de carbón, petróleo y gas crecerá en esta década a pesar de la caída causada por la pandemia. Y que el crecimiento de los combustibles fósiles provocará un aumento significativo de las emisiones de CO2, precisamente esas que causan e intensifican el cambio climático.

El informe anticipa un aumento anual del 2% en la producción mundial de combustibles fósiles en esta década, en un momento en que se necesitan recortes anuales de las emisiones del 6% para alcanzar el límite de calentamiento de 1,5ºC. Ese, al menos, era el objetivo de los Acuerdos de París de 2015.

¿De cuántos migrantes estamos hablando?

Pese a los esfuerzos realizados por organizaciones como ECODES, el reto de estimar de forma exacta cuántas personas desplaza o desplazará el cambio climático está limitado por la falta de seguimiento. Lo que es seguro es que el cambio climático amplificará las presiones y los motores de la migración existentes, además de provocar desplazamientos inmediatos debido a fenómenos meteorológicos catastróficos e imprevisibles relacionados con el clima.

No es ningún descubrimiento que estos últimos están teniendo lugar con mayor frecuencia e intensidad en los últimos tiempos. El Centro de Seguimiento de los Desplazamientos Internos (IDMC) ha señalado que las migraciones masivas desencadenadas por fenómenos meteorológicos extremos se están convirtiendo en la norma y que, en 2019, las catástrofes naturales hicieron que 24,9 millones de personas abandonaran sus hogares.

Conclusión

No hay duda posible: ésta situación requerirá de una importante planificación estratégica y el desarrollo de capacidades para preparar la migración interna. También será necesario planificar una cierta cantidad de reasentamiento internacional, incluyendo vías para la migración regular, pues habrá personas que no puedan ser reubicadas dentro de sus países de origen debido a la destrucción a gran escala o al conflicto potencial si se desplazan internamente.

Ante un panorama climático tan crítico, la opción de tomar medidas urgentes ya no es una opción, sino una obligación. Sin embargo, por ahora, la gran ausente de la cumbre del clima del COP26 no ha sido otra que esta misma: la migración climática. Sintomático.

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