Desde el comienzo de los tiempos, la búsqueda de mejores oportunidades de vida ha sido el objetivo inherente a todo proyecto migratorio. En los albores de la humanidad fue su propia naturaleza trashumante, las hambrunas y las inclemencias climáticas, luego también los conflictos bélicos, los que llevaron a moverse a millones de personas por todo el globo. Siglos después, los motivos de carácter económico y político se convirtieron en una pata más de la mesa de los movimientos migratorios.

Hoy en día, en cambio, son los factores relacionados con la sociedad globalizada en la que vivimos los que más potencian las migraciones masivas. Incluiríamos ahí el aumento de la desigualdad derivado de la división brutal de la riqueza y la persistencia de enormes diferencias entre la calidad de vida de unos países y otros —debido a guerras o regímenes políticos opresores—; los efectos del cambio climático sobre la vida humana, especialmente en los países más pobres; la mundialización de la oferta y la demanda de trabajo; o la competencia global por el talento.Acerca de el Día Mundial del Migrante, que se celebra el 18 de diciembre, procederemos aquí a hacer un repaso de este fenómeno. Analizaremos su presente, sus causas y su pasado, intentando llegar, así, a una conclusión lo más certera posible sobre su impacto el las presentes y futuras leyes migratorias.

Las migraciones internacionales, al alza

Las estimaciones publicadas por Naciones Unidas en diciembre de 2017 hablaban de que unos 258 millones de personas, un 3,4% de la población mundial, habitaban en un país distinto del de su origen. Esto suponía un incremento del 49% respecto al año 2003. Una clara muestra de que la migración internacional era una dinámica al alza.

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Número de nacionales de terceros países (TCNs, acrónimo del inglés Number of third-country Nationals) y su proporción en la población total a 1 de enero de 2021, Estados miembros de la UE y Noruega. Administrative boundaries: © EuroGeographics © UN–FAO © Turkstat Cartography: Eurostat – IMAGE, 05/2022. Fuente: Eurostat (migr_pop1ctz)

Según la División de Población del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales (DESA), hasta 1 de julio de 2020, se estimó que el número de migrantes internacionales en todo el mundo era de casi 281 millones. Los migrantes internacionales representan aproximadamente el 3,5% de la población mundial, en comparación con el 2,8% en 2000 y el 2,3% en 1980.

Las mujeres migrantes constituyen el 48% de los migrantes internacionales. Casi tres de cada cuatro migrantes internacionales tenían entre 20 y 64 años, y 41 millones eran menores de 20 años (Fuente: https://www.un.org/es/global-issues/migration).

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Los 3 primeros países cuyos ciudadanos recibieron un primer permiso de residencia en Unión Europea (UE) y Noruega. Fuente: Número de permisos y % del total de permisos. Eurostat (migr_resfirst)

Por continentes, Asia acoge al mayor número de población migrante internacional, con casi un 31% de estos ciudadanos. En segunda posición aparecería Europa, con un 31% de las recepciones; América del Norte con un 21%; África, con un 9%, América Latina y el Caribe (5%); y Oceanía, con el 3%. Esto, pese a todo, no reflejaría la realidad de los desplazados o inmigrantes internos, apartado en el que África ganaría muchísimo peso frente al resto de continentes.

El desplazamiento forzoso es uno de los principales motivos

Aunque muchas personas emigran voluntariamente, existe un amplio subconjunto de personas que se desplazan debido a circunstancias apremiantes. Según la estimación facilitada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), a finales del año 2022 hubo cerca de 35,3 millones de personas clasificadas como refugiados en el mundo. De la cifra total, 5,9 millones de personas estaban clasificadas como refugiados palestinos bajo la jurisdicción del Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (OOPS), mientras que otros 5,4 millones de individuos estaban categorizados como solicitantes de asilo.

Los principales motivos de desplazamiento forzoso serían las guerras o las situaciones de conflictividad política. Ahí vemos cómo tres países en constante conflicto bélico o pseudobélico en los últimos años —Siria, Afganistán, Ucrania, Palestina y Sudán del Sur— ocupan las cuatro principales posiciones de personas desplazadas.

Las 3 nacionalidades principales de los solicitantes de asilo por primera vez en UE y Noruega. Fuente: número y % del total de solicitudes por primera vez. Eurostat (migr_asyappctza)

Por supuesto, los motivos políticos no son los únicos que motivan las migraciones. Ahí podríamos incluir factores como el económico, el comercio mundial globalizado, los vínculos sociales y culturales, la demografía, la seguridad, la geografía, la proximidad y uno que está ganando en peso con el paso de los años: el de los afectados por el cambio climático.

Comparación con el pasado

Todo este panorama dibuja una verdad irrebatible: el fenómeno migratorio vive, en la actualidad, una dinámica alcista respecto a los últimos 30 años. Esta alza, en cualquier caso, se debe relativizar. Puestos a comparar con otros periodos de la historia, la situación no es tan alarmante como algunos quieren ver.

Por ejemplo, durante la primera gran migración de principios del siglo XIX, alrededor de 60 millones de europeos emigraron hacia el continente americano. No fue menor la segunda gran oleada del siglo XX, que comenzó después de la Segunda Guerra Mundial, con millones de refugiados y un repunte de los flujos migratorios desde los más variados puntos. Y el mundo, pese a todo, sobrevivió.

Evolución de la migración en Suecia: en rojo, los inmigrantes recibidos, en azul, los emigrantes emitidos. 1851-2007. Fuente: Wikipedia.

Conclusión

Así pues, analizando el presente, dirección futura y pasado de los movimientos migratorios, son varias las conclusiones que parecen poder extraerse. Por un lado, que este es un fenómeno volátil. Uno en el que, siendo analizado desde una perspectiva histórica, muestra tener momentos de auge y de caída. Y hoy en día vivimos una dinámica de alza. Sin embargo, el fenómeno del cambio climático puede intensificarlo, así como, las guerras e incertidumbres económicas y geopolíticas.

Esa perspectiva histórica ayuda a no hacer saltar las alarmas de forma inmediata. Y sin embargo, nuestras sociedades globalizadas harían bien en vigilar ciertos factores —geopolíticos, bélicos y, sobre todo, climáticos— que pueden hacer que esta dinámica se dispare hasta límites, ahí sí, insostenibles. Lo que está claro es que queda mucho trabajo por delante.

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